Por primera vez en su historia el organismo creado en el año 2001 realizó una encuesta entre sus becados de ayer y hoy: una parte importante sigue dedicada a la música y hay un impacto positivo en la prueba de ingreso a la universidad.
Para lograr un buen manejo del violín, uno de los instrumentos más difíciles en una orquesta, se necesitan de 3 a 5 horas diarias de práctica. La disciplina y la constancia a prueba de cualquier frustración son las armas fundamentales en una batalla que en rigor nunca termina en la vida. No si uno quiere ser un músico profesional.
El violinista Jarec Rivera Paillalef (23) dice que hasta el momento ha tenido que aplicar el método del rigor un par de veces en su corta vida: durante sus primeros años con el instrumento de cuerda y ya en la universidad, mientras cursaba Ingeniería Civil Industrial en la Universidad de Santiago. Hoy, sin siquiera haber llegado a los 25 años, ostenta una envidiable doble faceta laboral como músico e ingeniero. Probablemente cultivó el terreno para esta última profesión durante sus años de estudio dentro de la Fundación de Orquestas Juveniles (FOJI).
“De cierta manera la carrera se me hizo más fácil, pues venía con el ritmo y una capacidad de estudio que desarrollé en las orquestas juveniles”, explica Rivera Paillalef, quien partió tocando el violín a los 10 años en Coquimbo y luego pasó la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil en Santiago. “Incluso costumbres tan básicas como llegar a la hora a algún evento las adquirí por el hábito de llegar 10 o 15 minutos antes a cada ensayo de orquesta”, cuenta el músico.
Su caso podría ser un ejemplo patente de los resultados de la Evaluación de Impacto y de la Encuesta a Becados y ex Becados desarrollada por la FOJI en el 2021, en el marco de los 20 años de la creación de la institución. Algunos de los datos que más sobresalen tienen que ver con la relevancia de lo aprendido en la Fundación para efectos de la vida diaria, destacando por ejemplo que el 76,4% de quienes hoy tienen trabajo se dedican a alguna actividad relacionada con la música.
En la evaluación y encuesta en que intervinieron el sociólogo Patrick Kimber y los economistas Stefano Bruzzo y Sebastián Espinoza hay también mediciones sobre el desempeño escolar y de rendimiento en la Prueba de Selección Universitaria (PSU), actual Prueba de Transición Universitaria (PTU). “Los beneficiados FOJI obtuvieron en promedio 48 puntos más en la Prueba de Lenguaje y 38 puntos más en la de Matemáticas respecto de sus pares”, comenta Bruzzo. Además, en promedio tienen 3,8% más posibilidades de decidirse a rendir la prueba que muchachos de la misma edad. “La opción de dar la prueba tiene que ver con la autoestima de los becados y el apoyo familiar”, complementa el economista.
Estos últimos indicadores tienen que ver directamente con el impacto social de la Fundación de Orquestas Juveniles, más allá de la eventual formación de talentos. “En general y tras ser seleccionados, los niños se quedan entre 4 y 5 años en la FOJI. Lo que muestra el estudio es, por ejemplo, el buen desarrollo cognitivo y psico-social de un muchacho que toca un instrumento versus alguien de la misma edad que no lo hace”, explica la directora de la FOJI Alejandra Kantor, quien enfatiza que por primera vez la Fundación realiza una encuesta de estas características en sus 20 años.
De acuerdo a los datos recabados en la evaluación hay una relación virtuosa entre la práctica musical, el rendimiento escolar y la asistencia a clases. En promedio los beneficiarios FOJI obtuvieron 0,37 puntos más que sus compañeros en la escala de notas del 1 al 7, asistieron 1,33% más que sus pares a clases y pasaron de curso un 4,9% más que el promedio de estudiantes.
Desde el Ministerio de Educación enfatizan también la importancia de la música en cuanto agente motivador en períodos complejos, específicamente durante la pandemia. “Poco antes del reinicio de clases tras las vacaciones de invierno del 2021 se presentaron cuartetos de cuerdas de la FOJI en las salas de clases. Fue un auténtico éxito y ayudó mucho a motivar a los alumnos en el regreso a clases en plena pandemia”, comenta Pedro Pablo Valenzuela, representante del Mineduc en el directorio de la Fundación.
De Concepción a Berlín
La violinista Aída Burgos nació en Florida, provincia de Concepción, hace 24 años. Integra la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil desde el 2017 y hace dos años y medio experimentó uno de los hitos más importantes de su vida: tocó con la agrupación en la sala Konzerthaus de Berlín, la misma que acogió el estreno berlinés de la Novena Sinfonía “Coral” de Beethoven en 1826 y dónde Wagner, Mendelssohn y Liszt presentaron sus obras.
“La verdad es que al principio no creíamos que íbamos a tocar ahí. Recién en el avión nos dimos cuenta de lo que significaba. Fue una especie de sueño y con el maestro Max Valdés hicimos un programa muy bonito”, recuerda Burgos.
Su llegada a la FOJI a los 7 años fue determinante para que posteriormente se trasladara a Concepción con su familia. “Si no hubiera pasado por la Fundación, seguramente no me habría dedicado a esto. Hay muchas becas y facilidades que te permiten avanzar. En mi caso, primero llegar a Santiago y luego estudiar Interpretación Musical en la Universidad Católica”, comenta.
Según detalla Kantor actualmente hay “catastradas 500 orquestas en Chile, equivalentes a 25 mil niños”. En el año 2001 se partió con 300 beneficiados directos al año y actualmente la cifra llega a los 1.200 aproximadamente. Entrar a la Fundación implica exámenes y selección. En el camino, consecuentemente, no todos quedan.
El maestro Max Valdés, actual director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, cree que la Fundación es una tarea a largo plazo y lo plantea así: “El proyecto de las Orquestas Juveniles nace de abajo hacia arriba. Hay jóvenes que provienen de diferentes ciudades y pueblos del país cuyo único anhelo es ser buenos músicos para poder luego acceder a una orquesta en el país o en el extranjero”. En el mismo sentido y ante el inminente cambio de mando en la Fundación bajo la nueva administración Boric, Valdés es optimista: “Estoy seguro que el nuevo gobierno contribuirá al éxito de este proyecto. En mi caso, cuando concluya mi contrato, tendré el recuerdo imborrable de nuestro concierto en Berlín y de tantos otros”.
Quizás la experiencia berlinesa la resume mejor el propio Jarec Rivera Paillalef: “Tocamos la Tercera Sinfonía “Eroica” de Beethoven en Berlín, nada menos que en Alemania, frente a un público que se ha nutrido toda la vida de esto. El compositor les pertenece. Al término, nos ovacionaron de pie durante varios minutos”.